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Solo es un simple reto de Internet Mamá…

No cabe duda de que internet es una herramienta valiosísima tanto para nosotros, los adultos, como para nuestros pequeños.
Pueden hallar información útil para sus tareas y proyectos con sólo dar un par de clics, así como compartir lo aprendido y contribuir a conformar una gran red de conocimiento. Aún así, como abre puertas a un universo de conocimiento, también expone a los adolescentes a un sinfín de peligros… y, como docentes, es nuestro deber informarnos sobre cómo actuar para prevenir estos riesgos.

Si eres usuario de las redes sociales o te gusta ver videos en YouTube, seguramente has sido testigo de alguno de los retos que inician y que se propaga hasta alcanzar a miles (o millones de personas). Por ejemplo, el Ice Bucket Challenge invitaba a lanzarse un cubetazo de agua helada, subir el video a YouTube y donar en pro de los enfermos de esclerosis lateral amiotrófica. ¡Al cabo de unos meses logró recaudar 115 millones de dólares!

Sin embargo, existen desafíos que van dirigidos a los jóvenes y que suponen un riesgo para su integridad física o emocional.
Hace algunos años circularon de manera masiva imágenes de chicas con las piernas tan delgadas que se les formaba un “Thigh Gap”, es decir, una especie de hueco entre los muslos, asemejando los de una Barbie. Es cierto que las chicas adolescentes son más vulnerables a las modas relacionadas con la estética, también lo es que los hombres no están exentos de caer en este tipo de juegos. Así lo demuestran algunos retos creados por jóvenes universitarios, como la llamada “bebida púrpura” o sizzurp, una mezcla de jarabe para tos recetado, soda y caramelos color púrpura, a la cual a veces se le añade alcohol. Entre sus consecuencias se encuentran el letargo, el impedimento de las habilidades motoras y, en casos más extremos, las alucinaciones. Los jóvenes suelen grabarse mientras la beben y subir los videos en redes sociales, esperando recibir a cambio miles de “likes”.

El nivel de peligrosidad sigue aumentando, hasta poner fin a la vida de los más vulnerables, estamos hablando de desafíos que dejan de infligir daños menores y abren una puerta a la muerte. Esto fue así con el reto de la ballena azul, surgió en Rusia y se popularizó en febrero de 2017. Consistía en seguir una serie de pasos que incluían infligir daños físicos y someterse a pruebas de estrés para concluir con el reto final: quitarse la vida. El reto letal se extendió fuera de las fronteras rusas y cobró vidas fuera de ese país, incluso en Latinoamérica. Los principales sitios de promoción del juego fueron Instagram y Tumblr, donde se esparcieron con el hashtag #f57.
Por otro lado, el 18 de enero de 2017 un joven estudiante abrió fuego en su salón de clases en Monterrey, disparando a su maestra y a tres compañeros, y después a sí mismo en la boca. Se supo que el joven agresor padecía depresión y que formaba parte de una comunidad en Facebook conocida como Legión Holk, que incitaba a realizar masacres y que, para horror de todos, hoy cuenta con más de 200 mil miembros.

Es muy fácil decir que estos retos son estúpidos, absurdos, peligrosos o inmaduros; pero alguna vez nos hicimos la pregunta ¿Qué vuelve tan atractivos a estos desafíos ante los adolescentes? Los retos que se convierten en modas en redes sociales brindan la posibilidad de fortalecer este sentido de pertenencia, pues invitan a los jóvenes a formar parte de una gran comunidad unida por determinadas conductas y un código específico de comunicación. Durante la adolescencia primaria y tardía (aquella que se vive durante la secundaria y preparatoria) los jóvenes desarrollan su identidad, la cual está estrechamente ligada con el sentido de pertenencia, no olvidemos que en esta etapa es natural la curiosidad y la necesidad de altas dosis de adrenalina.

Los jóvenes se encuentran en una búsqueda constante por vivir experiencias interesantes, atractivas y retadoras.También en la adolescencia el desarrollo de la corteza prefrontal rostrolateral (responsable de funciones como el sentido común y la discriminación) aún no ha concluido, por lo que el criterio de los jóvenes no se encuentra del todo desarrollado. Muchos pensarían que los adolescentes que aceptan seguir estas modas provienen de hogares rotos o que muestran señales claras de trastornos psicológicos. Pero no siempre es así. La realidad es que todos los jóvenes pueden caer en la tentación, es cierto que los jóvenes con baja autoestima, aislados o que se han desarrollado en un núcleo familiar agresivo o carentes de vínculos son más propensos.

Los padres o futuros padres tienen la enorme responsabilidad de formar personas que tengan criterio para tomar decisiones en pro de su bienestar y que puedan rechazar aquellas que los perjudiquen, independientemente de la presión social. Pero esta responsabilidad no solo recae en la familia, sino también en los institutos educativos. Los profesores deben informar a los padres sobre los riesgos que conllevan las redes y sus modas peligrosas, se debe abordar el tema de forma directa y clara, haciendo uso de testimoniales o actividades que ejemplifican las consecuencias de dichas prácticas.

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